Un día Felipe Martínez-Villalba salió de su natal Bucaramanga rumbo a Bogotá para estudiar Publicidad en la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Hasta ese momento no sabía que su futuro era llegar a Londres con la expectativa de hacer una maestría en diseño interactivo y terminar con un título en Bellas Artes de la Central Saint Martins de Londres. Hizo un portafolio con sus conocimientos de origami y comenzó una carrera artística con la zozobra de no saber de técnica, pero con la pasión que el arte le inspiraba.
Inquieto. Curioso. Le gusta ir a nuevos lugares, ser ajeno a la cultura y experimentarla. En Londres tomó la decisión de volver a Colombia y llegar a una ciudad —Medellín— con movimiento cultural. Sin embargo, la tierra llama. Fue contactado en 2016 por la Corporación Artística y Cultural Tótem para trabajar, en apoyo de la Alcaldía de Bucaramanga, arte comunitario en el Parque de los Niños —que desde Inglaterra aplicaba en colegios—. Los proyectos de intervención pública son un espacio para la interacción con el otro, para el diálogo del arte con la gente, para evitar caer en la a veces agobiante vida del artista que crea desde la soledad.
Si bien Felipe siente un lazo con el arte comunitario, en los últimos dos años se ha dedicado a “Los Calvos”. “¿Cómo puedo interpretar a las personas que están en este lugar o en este proceso? ¿Cómo puedo transcribir a cada individuo con toda su complejidad?” Ellos surgen de estas preguntas. Su más reciente serie empezó mucho antes de que la consciencia lo llevara a pintarlos. Evocan los dibujos, casi trazos, que realizaba al margen de las hojas de sus cuadernos de clases teóricas. Pero… ¿quiénes son “Los Calvos”? Son personajes que, en conjunto, representan la diversidad de la vida. Con colores vibrantes —que, como cuenta, tal vez nacen de su sangre latina— expresan la singularidad de cada ser. Por eso el público, sea con uno u otro, puede llegar a identificarse con lo que transmiten. Algún día espera sacar a la calle a “Los Calvos” para que puedan interactuar con la comunidad y ser usados como una herramienta de representación.
Santander le había abierto las puertas (adicionalmente con el programa Nuevos Talentos de la Cámara de Comercio de Bucaramanga) y le mostraba una faceta que desconocía: el apoyo al arte. No obstante, Felipe decidió buscar nuevos aires culturales que inspiraran su obra. Fue al centro de la industria artística colombiana: Bogotá, donde trabajó de la mano de la Fundación FANA. Pero el artista no pierde las oportunidades de movilizarse. Llegó a Portugal en el 2019 para trabajar en espacios culturales emergentes. Posteriormente dio el salto a la frontera para quedarse en Madrid, una ciudad fuerte en arte y cultura. La magia de España lo ha cautivado hasta la fecha.
A pesar del avance que observó del arte en Santander, Felipe reconoce que el camino es largo. Talento hay, pero no basta. Hacer arte, enfatiza Felipe, es caro. Hacer carrera en Santander, como en cualquier otra parte del mundo, es complicado si se pretende vivir de ello. Se requiere disciplina y no perder el horizonte.
¿Qué necesita entonces Santander? Coleccionismo y un público que valore el arte; que la sociedad, incluida la juventud, le apueste, participe e invierta en el medio artístico; que el Gobierno brinde un mayor presupuesto a la cultura; que existan lugares, reuniones y eventos abiertos al público donde las personas puedan congregarse por y para el arte. El arte, en últimas, necesita que la muevan, le den voz y no la dejen morir.
Revista Enredarte es un proyecto apoyado por el Programa Nacional de Concertación del Ministerio de Cultura.
