Hace algunos años, en uno de sus cuentos, Eduardo Galeano nos reveló una de las verdades más hermosas de la literatura: somos un mar de fueguitos. “Cada uno brilla con luz propia entre todas las demás”, es lo que cuenta ese hombre que subió a lo alto de la montaña al regresar. Cada uno es una llama que se encendió un día y arde intermitentemente hasta que llega el último soplo y nos apaga. Inesperadamente, sin avisar. Y es que la única certeza que tenemos es que estamos vivos, porque a nadie (salvo algunas especiales excepciones) se le notifica en qué momento dejará este mundo. Pero la vida está llena de misterios, y a veces quedamos con la sensación de que un fueguito se apagó demasiado pronto, y nos duele. Sobre todo, cuando algunas personas entregan su luz para alimentar el fuego de los que se quedan…

El 4 de agosto de 1819, cientos de luces que brillaban en un pequeño e ignorado pueblo santandereano se apagaron abruptamente, hecho que permitió que tres días después, Bolívar resultara victorioso en la bien recordada Batalla de Boyacá. Lo que pasó ese día en ese pueblito, en Charalá, es algo que pocos conocen (conocíamos), y fue Jontahan Solano quien decidió que era hora de tomar cartas (libretos) en el asunto y hacer algo al respecto.

Jonathan está terminando su pregrado en Historia, en la Universidad de Santander. Un día cualquiera del año 2016, después de haber participado en un proyecto audiovisual que hablaba precisamente sobre lo que aconteció en Pienta, sintió mucha curiosidad y despertó dentro de él el deseo de saber qué fue lo que realmente pasó, y poder compartirle a la gente eso que es tan importante: nuestra memoria histórica. Por eso, decidió iniciar una minuciosa investigación, la cual esperaba fuera su proyecto de grado.

Lamentablemente, es muy poca la información que se encuentra documentada sobre estos acontecimientos, y por eso, según Jonathan, “todo lo que se podía decir, ya se había dicho”. Sin embargo, no quería abandonar su proyecto, así que decidió darle otro rumbo: enfrentar todo lo que se conocía sobre los hechos del agosto de hace doscientos años en el escenario. Decidió que a través de la historia (su profesión) y el teatro (su pasión) podría llevarle al público santandereano un producto artístico con el que pudieran aproximarse a la verdad.