Por: Juan Pablo Pava
Esta semana que termina ha dispuesto de enorme actividad en el cine colombiano. El Festival Internacional de Cine de Cartagena, este año celebrado del 22 al 27 de marzo, ha sido el escenario para estrenos, conferencias, charlas, talleres y un repertorio enorme de filmes del interior del país y extranjeros.
De producción bumanguesa, el cortometraje “North Side”, dirigido por Rolando Angarita, llegó al festival para su estreno nacional el viernes 24, como parte de la categoría oficial “Tierra Adentro”. El cortometraje nace del laboratorio de cine comunitario “Fuera de Campo”, con la colaboración de la comunidad del barrio Kennedy y aledaños, y del colegio Gimnasio Popular Comuneros.
La Revista Enredarte tuvo la oportunidad de tener una entrevista con Laura López, productora general del laboratorio y del corto “North Side”, con el fin de conocer más sobre esta producción.
A este festival se llega por medio de una convocatoria, ¿cómo fue el proceso para tener el cortometraje en la categoría “Tierra Adentro”?
El proyecto que realizamos se divide en varias etapas. Una es la distribución y exhibición del producto final del laboratorio, que en este caso es el cortometraje “North Side”. Para nosotros es muy importante que se comunique y se socialice no solo con la comunidad, sino que esté en otros escenarios como festivales de cine, muestras y todo este tipo de espacios que promueven la circulación del cine independiente en Colombia y en el mundo. Esta clase de festivales nos ofrece una ventana muy importante para mostrar nuestras realidades, nuestro entorno, nuestra región, nuestra cultura y nuestra identidad.
Ya hablando del Festival de Cine Internacional de Cartagena, lo primero que hicimos fue socializar con los participantes del laboratorio la idea de incluirse en él y Raúl Gutiérrez, que es uno de los coproductores del corto, nos habló de la sección “Tierra Adentro”, enfocada en el cine que se hace en las regiones. Por eso, este espacio nos pareció el indicado para estrenar nuestra película y después de eso realizamos todo el proceso del envío del material a través de la plataforma Festhome.
Al FICCI llegan producciones ambiciosas de todas partes, ¿pensaron que lograrían entrar en la selección?
Este corto desde el inicio tuvo unos retos muy grandes. El guión planteaba escenas bastante complejas desde lo actoral y lo técnico, y pasó por el trabajo de la escena del freestyle y el rap de la ciudad; es decir, fue un poco ambicioso desde el inicio. Desde que vimos el primer corte de montaje, sentimos que el cortometraje podía estar en cualquier festival de cine, pero de ahí a que fuese una realidad era otra cosa.
Lo enviamos al festival de cine más importante de Colombia con la convicción de contar con un trabajo de alto nivel, hecho con mucho esfuerzo y amor por una comunidad que nunca había tenido contacto directo con el cine, y eso también fue una especie de prueba para nosotros. Estamos muy contentos con la selección.
Esta es una pregunta de dirección. El trabajo de ustedes fue con actores no profesionales, ¿cómo trabajaron con ellos para llevarlos a ser los personajes?
Para este trabajo contamos con el apoyo profesional de Raúl Gutiérrez, director de cine y preparador de actores santandereanos, con una gran experiencia en este campo. Con él realizamos un laboratorio de preparación de actores, teniendo como enfoque principal la disposición de las escenas y los personajes del cortometraje. A través de ejercicios prácticos, analizamos y reescribimos las escenas del guión, fortaleciendo los personajes y el diálogo profesional con los otros personajes, el director y el equipo.
Usted es cofundadora de la Escuela Nómada, nombre bajo el cual llegaron al Gimnasio Popular Comuneros. Hubo una educación en materia de escritura y en lo audiovisual que ustedes les brindaron. ¿Cómo recibe este colegio y sus estudiantes esa formación dirigida hacia lo audiovisual, sabiendo que en la educación colombiana esto no se enseña?
Desde el inicio, el rector del colegio, Jairo Díaz, y la profesora Janeth Triana nos abrieron las puertas y nos dijeron que el proyecto les parecía muy importante para sus estudiantes, por su contenido social y porque les abría el panorama de la oferta académica y de posibilidades después del colegio. Incluso, la profe Janeth fue parte del laboratorio desde la escritura del guión y participó en el cortometraje como actriz. También nos resaltaron la importancia del proyecto en las comunidades para incentivar el buen uso del tiempo libre en los jóvenes de los barrios.
Refiriéndonos a la producción, ¿cómo se involucra a toda una comunidad, específicamente al barrio Kennedy, en la realización?
No se involucra a toda la comunidad, sino a una parte de la colectividad.
Primero, la socialización del proyecto se realizó a través de la Junta de Acción Comunal, a cargo de quien era su presidente en ese entonces, Daniel Gil, una persona que nos apoyó desde el inicio del proyecto. Junto a él visitamos varios colegios y hablamos del laboratorio de cine con una parte de la gente del barrio. También acudimos a la radio comunitaria “La Brújula”, una emisora muy escuchada en toda la Comuna 1 de Bucaramanga, y ahí dejamos una cuña en la que se invitaba a jóvenes y adultos a participar en el proyecto.
El proyecto desarrolló sus dos fases más largas en el barrio Kennedy: la preproducción y la producción. Y en el Ágora y en el Centro Vida realizamos el laboratorio de escritura de guión, el cual tuvo una duración de cuatro meses.
Otra forma de vincular a la colectividad fue a través del casting de personajes y de locaciones. Abrimos una convocatoria a nivel local para elegir a los personajes principales del corto, y las calles y las casas que iban a ser las locaciones de la película. Además, la banda sonora del cortometraje fue hecha por Kennedy y El Rope, que son dos raperos reconocidos del norte. También, durante el rodaje, el catering y todo se compró en los restaurantes y tiendas del barrio, y de varias maneras se pudo vincular a la comunidad en el proceso de realización del cortometraje.
A nosotros solo nos queda agradecer de corazón a todas las personas del Kennedy y de los barrios aledaños por abrirnos las puertas de sus casas, por cuidarnos y por hacernos parte de su comunidad.
En estos barrios se suele ver teatro, muralismo, música, pero no cine. ¿Cómo se familiarizaron los habitantes del Kennedy con esta forma de expresión?
Al principio eran un poco incrédulos. Decirles que la idea era hacer una película entre todos les daba risa. No creían mucho justamente por eso: porque este tipo de expresiones como el cine o las artes audiovisuales no son tan comunes en el sector.
Cuando iniciamos el laboratorio de escritura de guión, la preparación de actores y el rodaje, les brindamos las herramientas para construir historias, dándose cuenta ellos mismos de su capacidad creativa y, así, se empezaron a meter en la película.
Nosotros en todo el proceso de creación fuimos testigos de la disciplina y el talento de los jóvenes y adultos de la comunidad. Llegamos a la conclusión de que hacen falta muchos más proyectos como este en los barrios y en las veredas, porque la comunidad está dispuesta y receptiva a recibir las herramientas para contar sus propias historias.
Esta es una duda que nació un poco de mi curiosidad. El cine en esencia es colectivo, entonces ¿qué los lleva a resaltar ese carácter de ‘comunitario’ en “North Side”?
Una cosa es el trabajo en equipo en el cine y otra cosa es vincular a la comunidad o a cualquier persona del común a las mecánicas de realización cinematográfica. Es decir, históricamente el cine se produce desde un sector minoritario. El modelo de producción de una película está en las manos de la industria cinematográfica. Durante todo el siglo pasado y hasta la era digital, esa capitalización de los sueños y del imaginario colectivo ha estado en el poder de unos pocos profesionales, como productores, guionistas, directores, etc.
Fuera de campo, nuestro laboratorio busca de una manera un poco ambiciosa democratizar el proceso de creación de las películas, profundizando en sus procesos de construcción desde una dimensión participativa e inclusiva; en el que las etapas de producción cinematográfica estén creadas, gestionadas y protagonizadas por gente no vinculada al ámbito audiovisual.
Nuestro laboratorio ofrece la posibilidad real de que cualquier persona pueda hacer una película de cortometraje. Es por eso que hacemos énfasis en que es un trabajo de cine comunitario. También porque todas las decisiones que se toman desde la parte creativa, la construcción de la historia y desde dirección, se hacen a través de una asamblea en la que los participantes del taller dan su opinión y entre todos se toman las decisiones.
Ya para finalizar, una pregunta muy general. ¿Ustedes como realizadores, qué mensaje buscan comunicar con el cortometraje?
El mensaje que queremos comunicar es que el cine es nuestro campo de lucha y que creemos en el poder de transformación social que tiene el arte, en este caso el rap, en las comunidades con entornos adversos.
Desde la Revista Enredarte los invitamos a no perderse el cortometraje “North Side” y apoyar el cine regional y comunitario.
