Libia Gómez una santandereana que brilla como mujer, directora y maestra del cine nacional

“Para mí, el arte es un espejo. Debe permitir al espectador ver aquello que siempre mira, pero que no sabe que está viendo”
Libia Stella Gómez

La maestra Libia Stella Gómez, es guionista, directora, productora y maestra de cine. Aunque ha vivido gran parte de su vida en Bogotá, nació en el Socorro Santander y hoy es uno de los talentos femeninos más sobresalientes en las artes audiovisuales del país.

Ha dirigido películas como “La historia del Baúl Rosado”, “Ella” y “Un Tal Alonso Quijano”, última película estrenada hace pocos días a nivel nacional y a través de medios digitales. Es la segunda mujer en la historia del cine colombiano, después de Camila Loboguerrero, que logró estrenar películas en salas comerciales.

En sus más de 25 años de carrera, esta artista santandereana ha sabido romper moldes, llegar lejos con un trabajo indiscutiblemente talentoso y poner su corazón en cada proyecto. La revista Enredarte Santander se acercó a esta gran maestra del cine colombiano para la realización de nuestro 6to número y edición especial “Mujeres en arte santandereano” y esto fue lo que nos contó:

“Siento que es como soplar la lámpara de Aladino, lo que existe solamente en mi cabeza y en mis guiones, de repente y como por arte de magia se convierte en realidad; en una realidad en la que habitan mis personajes y que de algún modo está contaminada por mi personalidad, mi historia, mis vivencias. Es magia y esa magia me hace vivir como en un sueño”.

Libia Gómez - Enredarte
Fotografía: https://untalalonsoquijano.com/

1. ¿En qué momento y a qué edad decide comenzar en el mundo del arte?
¿Cómo fue ese instante en el que elige ser artista y visiona su vida en ello?

No creo que haya un momento puntual en que haya decidido ser artista, creo que siempre lo fui, o sin saberlo, lo decidí desde siempre. Quizá puedo recordar dos momentos, tendría 4 años cuando jugaba con amigos imaginarios en el cuarto de los chécheres, creaba personajes e interactuaba con ellos en historias que iba construyendo, en lugares que solo estaban en mi imaginación, pasaba horas y días enteros en ello, es mi primer recuerdo de la infancia.

2. ¿Siempre fueron las artes audiovisuales su pasión, cómo fue esa experiencia por el teatro y cómo ha enriquecido esto a su trabajo como directora?

Estamos hablando del año 87, terminé el colegio, abandoné la religión católica, empecé a pensar como una mujer de izquierda y me convertí en actriz profesional. Mis héroes eran Santiago García y Enrique Buenaventura, los maestros del teatro colombiano, creía que todos mis caminos iban hacia el teatro, pero eran años difíciles para el teatro en Santander, había persecución política, fue detenido, torturado y asesinado por agentes del estado el actor y poeta Chucho Peña y todos teníamos miedo.

Estudié en Barrioteatro (Bogotá) hasta finales de 1990, ahí la escuela se acabó. Pero en el 89 uno de mis mayores sueños se hizo realidad, hice una estancia como actriz practicante en el Teatro La Candelaria. Ese sería otro punto de giro. Mi desempeño en La Candelaria no fue el mejor.  Mis primeros años en Bogotá fueron difíciles, trabajaba de noche como mesera, en las mañanas estaba en el teatro, en las tardes en Barrioteatro, dormía poco, pasaba hambre y dificultades. Pero no le achaco a eso mi bajo desempeño.

Como concebía tan grande a La Candelaria, no era capaz de dar lo mejor de mí en el escenario, entonces me hice muy amiga del luminotécnico de esa época, Óscar Patarroyo. Él me dijo un día, que la Universidad Nacional había abierto una escuela de cine.

Para decidir si realmente era el cine lo que me gustaba me inscribí en un seminario de cine mudo que impartían en el CINEP dos personas que luego serían grandes amigos míos, Mauricio Durán y Augusto Bernal, la cosa me gustó y me presenté a la Nacional, no pasé.

Estuve un año haciendo teatro con un grupo que nos inventamos con unas amigas de Barrioteatro y me metí en un negocio de libros que me propuso el dueño del bar en el que trabajaba como mesera, Fernando Garzón, que con los años se convertiría en mi marido.

En el 93 me volví a presentar a la Nacional y pasé. Desde los primeros semestres en la carrera se vio que mi paso por el teatro me daba una enorme ventaja frente a mis compañeros, yo sabía escribir textos dramáticos, sabía dirigir actores, sabía poner en escena, mientras la mayoría de mis compañeros estaban recién salidos del colegio. De repente, en pocos años descubrí que el cine era mi camino, pero creo que mi paso por el teatro marcó toda mi obra.  Muchas decisiones estéticas de mis puestas en escena y en cuadre en el cine tienen explicación en el teatro, especialmente en Bertold Brecht.

3. ¿Es difícil ser artista y mujer en Colombia?

Es difícil ser artista y hacer cine autoral en Colombia, en Latinoamérica y en el mundo, para hombres y para mujeres. No soy feminista y creo que la discriminación positiva, es discriminación, en cualquier caso. Pero hay que reconocer que el trabajo de cientos de mujeres pioneras, que se partieron el lomo para abrir espacios para las mujeres, es lo que ha hecho más sencillo el camino a las que hoy en día estamos en el panorama artístico.

Ser mujer no me ha cerrado ningún espacio.  Yo nací en un hogar de 4 hijas y estudié en El Socorro en un colegio de 900 mujeres, en un departamento matriarcal como lo es Santander, un deparamento en el que la que manda en el gallinero es la gallina.  De tal suerte, yo no tengo límite, siempre he sido líder, vine a saber del machismo con los años.  Jamás pensé que los espacios me fueran negados por ser mujer y me comporté en consecuencia. 

4. ¿Qué significó “La historia del baúl rosado” en su vida artística y profesional?

La Historia del Baúl Rosado fue mi escuela.  Yo estudié cine en la Nacional, pero creo que la única forma de aprender a hacer cine es haciéndolo. 

A diferencia de mis estudiantes de hoy en día, yo tuve muy pocas realizaciones a lo largo de mi carrera. Cuando me enfrenté a una coproducción de tres países, de 1 millón de dólares, reconstrucción de época latinoamericana, thriller, con más de 50 personas de crew, con técnicos de 3 países, con actores reconocidos de amplia trayectoria e incluso con una actriz emblemática del cine mexicano, yo estaba muerta del susto. Había muchas cosas que no dominaba, tenía muchos vacíos, di el triple salto mortal y caí parada. Todo lo que sé hoy en día del cine, se lo debo a La Historia del Baúl Rosado.  

5. ¿Cuál cree ha sido la clave para lograr buenos trabajos?

No hay fórmula de éxito, igual, lo que me ha funcionado a mí puede que sea la frustración de otro y viceversa.  Creo que si tú quieres un futuro en la profesión audiovisual tienes que ser perseverante.

Duré 10 años luchando para hacer realidad La Historia del Baúl Rosado, llevo 12 años buscando la financiación de Matías el Titiritero, que entre otras cosas, es mi película santandereana, que quiero hacer en Cepitá, Curití, Zapatoca y el Cañón del Suárez, en donde pongo en escena mis vivencias como titiritera y no sólo no he conseguido el favor de los fondos nacionales, no he conseguido interesar a mis paisanos.

He escuchado reiteradamente la queja de que mis películas son muy bogotanas y no hago nada por el cine santandereano, llevo 12 años tocando puertas en Santander, con la convicción de que es necesario poner en escena no sólo el paisaje, sino la voz fuerte y el carácter recio del santandereano, porque, aunque lleve 30 años en Bogotá, soy santandereana y socorrana hasta la médula, pero “nadie es profeta en su tierra”. 

Rodaje película «Un tal Alonso Quijano».

6. ¿Qué significa el arte y qué debe o debería transmitir?

Uff, que pregunta. Para mí, el arte es un espejo.  Debe permitir al espectador ver aquello que siempre mira, pero que no sabe que está viendo. Debe ser cuestionador con el espectador.  Un poco como pregonaba Antonin Artaud, debe sacudir al espectador.

El cine que solo le divierte y no le hace pensar, es pasajero, es una experiencia olvidable.  El cine inolvidable es el que mueve nuestras entrañas, el que nos produce preguntas, el que nos incomoda.  No creo que el problema de la falta de cultura artística sea culpa de los receptores, creo que nos ha faltado encontrar la forma de llegar a ese espectador que, siendo sensible, como lo somos todos los seres humanos, pueda sentirse identificado, sin tener que ser colonizado por discursos estéticos intelectualizados. 

7. Finalmente, un consejo para aquellos artistas santandereanos que comienzan su carrera y la tienen como referente

Creo que, para ser sinceros, muy pocos me conocen y muy pocos en Santander saben que soy santandereana, pero si tengo que dar un consejo les diría a mis paisanos que lo único que tienen que hacer es no perder el talante, solo necesitan ser lo que son: guerreros, empecinados, rigurosos, sinceros y perseverantes.  Con la misma verraquera que hemos colonizado esas montañas podemos colonizar el cine nacional.

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